La libertad de un poeta se alcanza hasta que se llega a la última página, esa que logra escribir, pero que no se consigue leer. Para un viaje en un mundo distópico, con una humanidad al borde del caos, el cronista de la belleza asume un papel crucial entre la escritura y la verdad, tan contradictorio como la poesía, ese puente de lágrimas y risas, que da razón y sentido a quien busca, sin tener clara su enfermedad ni su destino, pero dar es plasmar, crear es su cura
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- Índice general
- Prologo
- Capítulo 1: La juventud, esa enfermedad
- Capítulo 2: En busca de la madre
- Capítulo 3: Las palabras que despreció la poesía
- Capítulo 4: Desembocaduras
- Capítulo 5: Signos contra la muerte
- Capítulo 6: ¿Para qué escribir poesía?
- Capítulo 7: De matarifes y quebrantahuesos
- Capítulo 8: Un caballo prestado para leer
- Capítulo 9: Ella, la poesía
- Capítulo 10: Un suicida muerto de viejo
- Capítulo 11: El pajarero inexperto
- Capítulo 12: Luciérnagas en el agua
- Capítulo 13: Luciérnagas en el agua
- Capítulo 14: El cuerpo muerto de la infancia
- Capítulo 15: El cuerpo muerto de la Infancia
- Capítulo 16: La imposibilidad del retorno
- Capítulo 17: Regalo del río
- Capítulo 18: La desertora fiel
- Capítulo 19: La paloma y los tres relojes
- Capítulo 20: El exilio de la belleza
- Capítulo 21: La lluvia nos trae a los muertos
- Capítulo 22: Una oración por el mal
- Capítulo 23: Mujer a través de la mañana
- Capítulo 24: El aprendiz de tahúr
- Capítulo 25: Caminar es ya tener una casa
- Capítulo 26: Maneras de despedirse
- Capítulo 27: Plegaria para delfina
- Capítulo 28: Mark Strand y las aguas de la infancia
- Capítulo 29: Melodía humana
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