Irena y Vincenzo habían pasado una vertiginosa semana juntos. Conectaron de forma instantánea, profunda e intensa. Pero aquello no podía durar porque ella estaba destinada a casarse con otro hombre. Sin embargo, Irena acabó sola y embarazada.
Vincenzo no la había olvidado y, cuando se enteró de su situación, decidió ayudarla del único modo que se le ocurrió: proponiéndole que se casase con él.
La vida en el palazzo de Vincenzo parecía idílica, pero él estaba a punto de descubrir que el bebé que Irena llevaba en su seno era suyo.