La esperanza tiene un nombre, Ismail, intenta reflejar una parte de la sociedad
que se intenta esconder y que todas y todos debiéramos conocer. Es más que
un libro, es más que un mensaje. Las letras dan forma de relato a la vida
de un menor ilegal, su realidad durante mucho tiempo. La autora conoció
y escribió sobre la figura de Ismail, sobre su niñez en Tánger, sobre sus
escapadas al puerto, de su triunfo sobre el Estrecho, sobre la mentira de un
sueño, sobre la maldita palabra racismo, sobre la peor de sus pesadillas.
Pero con este libro la autora se centra en parte del título, Esperanza, la que él
no perdió, la que supo transmitir, la que lo salvó.
Lo que la autora vio, sufrió, celebró y aprendió junto al protagonista no
quiere callarlo. Desea transmitirlo, posarlo en nuestras manos de lector, de
educadora, de psicólogo, de luchadora, sean cuales sean, pero en unas manos
dispuestas a modelar un mundo digno para todas y todos.
La historia de Ismail nos invita a reflexionar sobre la cantidad de realidades
humanas que existen y como en muchas partes del mundo no se resignan a
su suerte y luchan para cambiarla.