Etnairis Ribera forma parte de esa gran tradición de poetas mujeres
cuya actividad poética está nimbada por su vocación de musas. Etnairis
Ribera ofrece una relectura de su poesía que no sólo demanda atención
a su oficio probado sino también al lenguaje emotivo que cultiva
la apuesta por la fugacidad del amor, su tino y desatino. Se trata de un
Eros favorecido por su mayor afrodisíaco, la Ironía. Esto es, el sujeto
poético, en lugar de desnudarse (en el drama de la confesión) se
pliega y repliega en la retórica seductiva (el juego del deseo incierto)
para aparecer no como seducida y víctima sino como libre pasajera. La
Musa de lo fugaz es, claro, la más irónica de todas porque no cultiva las
reliquias de la memoria sino la plenitud del instante. Esta Eva caribeña
reparte manzanas como si escribiera la escena del origen. Lo fortuito de
estos encuentros adquiere su certidumbre en la gratuidad del poema.
La forma de lo vivido es la libertad de lo escrito. Por eso, la poesía de
Etnairis Ribera tiene la virtud de su soberana independencia: no reclama
ni proclama, y discurre de paso en la gran maravilla al desnudo.
Julio Ortega, crítico peruano
Etnairis Ribera logra la difícil proeza de delinear una vez más el irresuelto
encuentro y desencuentro entre varón y mujer, con una expresión
sabia por lo serena, serena por su elaborada y sorprendente delicadeza,
sorprendente por lo contrastante de su intensidad: su poesía alcanza
sin estridencia cimas candentes y desenfadadas. De fluido ritmo, sobria
adjetivación y armoniosa sonoridad, sus versos navegan por la placidez
de la plenitud. Un aliento vital recorre todo el poemario, cimentado en
esa feminidad libérrima que contempla el amor como un viaje, un recorrido,
un devenir, en el que el amado muda de nombres y contornos,
y permanece sólo el gozo efímero y a la vez perpetuo del presente, el
amor como conjuro para olvidar la muerte. Poesía singular, la de Etnairis
es sobre todo un canto de amor de la mujer por sí misma, por su coraje
y persistencia, pájaro capaz de mantenerse en pie y continuar el vuelo a
pesar de la distancia y la adversidad.
Ana Istarú, laureada poeta costarricense.
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- Índice
- El mar de mi secreto
- Se miraban
- Mar de amor
- La Enamarada
- Ola de fado
- Peces rojos
- Pedacito de memoria
- Alta mar
- Escuela de gaviotas
- Requiebros
- Seducción
- De lo efímero bello
- Raro amante
- Vestida de lirio por el laberinto
- Del hombre, su sabor a nectarina
- De tu cuerpo al mar
- De la noche al alba
- La danza
- El carnaval de tu cuerpo
- Venus al alba
- El carnaval de tu cuerpo
- Insensatez
- El pájaro Quang
- Danzante del Sol
- La flor en tu oficina
- Ardiante gaviota
- La brevísima ilusión
- Los labios tatudos en el pecho
- Le amé
- El preferido
- Saudade
- Las mariposas de la lluvia
- Soy tu manzana
- La costa del amanecer, la hermosura
- Toca
- La noche mojada
- La pasión por el poema
- Las mariposas de la lluvia
- Volver al mar
- El mar de la mano
- Inicio
- Mi corazón
- A la orilla del mar
- El poema
- Amarla