Los piratas y corsarios hicieron del mar Caribe un territorio salvaje, peligroso y también propicio para la aventura. Todavía habrá algún que otro tesoro, hijo del pillaje, oculto en una playa desierta de las Antillas. Puede incluso que continúe bamboleándose dentro de una botella el mapa de la Isla del Tesoro. Desperdigados por el Caribe, cientos de piratas y demás filibusteros le ganaron fama de azarosa a la región y dieron pie a nuevos mitos, más temidos incluso que aquellos que hablaban de indios caníbales. Pepe el Mallorquín, Caracortada, Lorencillo, Barbanegra, Bartolomé el Bello y tantos que no cabían en este libro, asolaron villas y embarcaciones, quitándole al rey de España lo que más le dolía: el oro y la plata que se llevaba de América para pagar a sus acreedores franceses, holandeses, ingleses… Porque ni siquiera en las ciudades españolas se emplearon muchas de las riquezas que iban rumbo a la Península, ya que las deudas de los nobles eran tantas y tan altos los intereses que les obligaron a pagar, que “el poderosísimo” gobernante del imperio “donde jamás se ponía el sol” estaba casi siempre a punto de la pobreza por causa de tanto pirata y corsario dispuesto a desvalijar hasta a la mismísima reina si se presentaba por las Antillas.
Este libro está lleno de aventuras, mezcla historia y personajes reales con otros ficticios, en un fresco literario divertido, que mucho disfrutarán los amantes de los cuentos y leyendas y de la historia de la piratería.
¡Al abordaje, lectores!