Indigencia de luz. A ciegas en lo oscuro, un tanteo de dedos. Unos signos trazados sobre el agua por el tentáculo del aire. Indagación de los límites entre lo real y lo irreal, lo más allá de lo tangible, lo inviolado.
Y después el esfuerzo por comunicar el vacío interior, esa carencia insondable. Al mismo tiempo, la mujer también de este otro mundo, despierta al detalle de lo sensible, que comparte, y sufre y goza, porque aquí «huele a resina, algas y roca salobre», y hay el amor y el desamor («no supimos lo que probamos hasta que comenzó el cansancio»). Un cuerpo en sombra que deambula por la ciudad, y se sienta a tomar un café, aunque convertido en figura mítica, una medusa trágica («si alguien se acercara / quedaría convertido en personaje»). Isabel González Gil, que ha sabido hacer propia la voz de los ancestros, cuya crítica del lenguaje, «aunque dure / un instante la fe», se practica insuflando nueva vida a las palabras, restituyéndolas en su eficacia simbólica, nos ofrece un mundo rico en vida, en pensamiento y en vibración.
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- Índice
- I. Dans le ciel sombre
- II. Dos
- III. No cabe un corazón
- IV. Las mujeres foca
- V. Escalas