El budismo coreano ha sido frecuentemente caracterizado como “sincrético”, “naturalista” o como una simple continuación del budismo chino, obviando que las influencias y transformaciones experimentadas en su desarrollo histórico han dotado a su corpus sapiencial de una complejidad difícilmente explicable a través de un único rasgo. Por lo tanto, la importancia de esta obra resulta evidente, mas aún si se tiene presente que su traducción al castellano la convierte en una obra señera en el panorama bibliográfico actual y que constituye, de facto, un homenaje póstumo a su autor, Shim Jae-ryong, ya que, quien fuera profesor de budismo en la Facultad de Filosofía en la Universidad de Seúl y uno de los máximos especialistas en budismo coreano, murió tempranamente en el año 2004.