Hermógenes W. tiene el ojo derecho de color azul celeste y el izquierdo verde esmeralda. Hermógenes W. es Inspector de Segunda Categoría del Cuerpo Especial de Recaudadores Comarcales. Hermógenes W. es un funcionario de ojos bicolores que trabaja para el gobierno de un país en crisis. Su misión: recaudar el dinero de los contribuyentes de la ciudad de Boronburg.
Cuando el recaudador baja del tren en su destino nadie le recibe en la estación, desierta, y cuando llega caminando a su hotel nadie le atiende en recepción. Se instala en una habitación y, desde la ventana, contempla las calles vacías y, en el horizonte, el castillo de un conde con fama de vampiro que hace tiempo que se marchó. A lo lejos ladra un perro y otro le responde; único signo de vida en esta ciudad sin ciudadanos. Telefonea al Ayuntamiento y una voz le informa: «Aquí no hay nadie» y cuelga. Cuando cae la noche comprueba que en ninguna ventana se enciende la luz.
El hombre bicolor conversa consigo mismo para no sentirse solo y recuerda los consejos de su tía Rosamunda, mientras los perros siguen ladrando y la voz en el teléfono del Ayuntamiento responde una y otra vez: «Aquí no hay nadie, aquí no hay nadie.» ¿Está en una ciudad fantasma? ¿Todos los habitantes han huido ante una catástrofe inminente? ¿Ha habido una epidemia? ¿Todo es un juego para poner a prueba sus nervios?
Nos adentramos en territorio Tomeo: una narración obsesiva, un personaje estrafalario, un escenario misterioso, un tono entre lo cómico y lo inquietante, ecos de Kafka, su agrimensor y su castillo... La publicación de esta breve novela póstuma es el mejor homenaje que se le puede hacer a uno de los narradores más excéntricos y poderosos que ha dado la literatura española contemporánea. Un escritor con una voz y un universo literario intransferibles e inimitables.
«Con su gran estatura y su enorme cara de patata, Tomeo asumió resignadamente su condición de "raro''... La potencia que emiten los "raros" como él, el atractivo que ejercen, se sustenta en buena medida en su posición esquinada, extrarradial... Se le recuerda como un monstruo amable. Pero como dijo César Aira (otro que tal), "el monstruo es una especie que consta de un solo individuo, es la especie sin posibilidad de reproducirse'; de ahí que permanezca "único para toda la eternidad, absolutamente histórico, absolutamente moderno". Tal es el privilegio de Tomeo» (Ignacio Echevarría, El Cultural).