¿Dónde están los límites del amor?, ¿dónde habita el deseo? Entre Fedra, “que emanaba un hechizo animal” y su hijastro, Hipólito, escultor “culto y sofisticado” nace un amor casi incestuoso que la sociedad prohibe pero que el corazón arrastra, como un tsunami inexorable, entre el ambiente bohemio del arte y el mundo oscuro de las drogas. Es también el amor de un padre que “se avergüenza de albergar odio” hacia el hijo que le traiciona, porque sabe que “se es esclavo de lo que se ha contribuido a crear”.
Nada es lo que parece. Nadie es completamente inocente ni totalmente culpable. El mismo ser maligno, Hades, por encima del libre albedrío de los mortales, tiende una tela de muerte alrededor de los que pretende someter a sus apetitos. El triángulo de cuatro lados es una coral de voces, siempre en primera persona, por lo que no pierde un ápice de la tensión emocional que teje la historia, con toques personalísimos sobre lugares insólitos de París, Amsterdam y Madrid, que transportan al lector a un mundo bello e intrigante, culto y emponzoñado por intereses oscuros. La brillante fluidez de la prosa de Charo Martínez nos empuja a leer esta historia de un tirón, sin desaliento, hasta dejarnos ahítos de hermosura.