El poeta y ensayista peruano-español Alfredo Pérez Alencart ha escrito un nuevo poemario que lleva el nombre de Prontuario de infinito.
La obra ha sido traducida al francés y lleva un estudio de la profesora titular del Departamento de Estudios Hispánicos e Iberoamericanos (Clermont-Ferrand/Francia) Bernadette Hidalgo Bachs.
El material literario recoge poemas que se proyectan hacia el infinito, hacia la esperanza y hacia la luz suprema.
En los versos está presente en forma casi constante la naturaleza.
El autor propone que el sentimiento humano, tan castigado desde siempre por la indiferencia y por la propia codicia del hombre, encuentre un momento siquiera de reposo, de paz y de regocijo interior en Prontuario de infinito.
Cierto es que la poesía de Pérez Alencart no es fluida ni sencilla. Hay que leerla pues detenida y minuciosamente para entrar en la comprensión acabada de cuanto nos va diciendo línea tras línea.
En su hermoso poema “Te estremeces por el lobo y el cordero” nos presenta al hombre como considera que es. Y el hombre, desde su humana óptica, clama desde hace largo tiempo por su orfandad, se revela contra los látigos opresivos y mantiene el don de ser el antes y el después.
Mucho de cuanto nos va diciendo el autor en la obra está encerrado dentro de metáforas o imágenes que restan —ciertamente— claridad o transparencia a su mensaje.
Pero lo que dice está expresado con tanta vivencia extática, con tanta pasión, con tanto convencimiento como conocimiento, que sus palabras van dejando huellas motivadoras en el ánimo del lector.
En “Orbita del hombre” reconoce plenamente el paso fugaz del ser humano sobre la Tierra: “Yo soy pormenor apenas, fugacidad,/ voz trémula o salmo de advenimiento,/ o huésped celebrante cuyo destino/ enseña dos moradas y dos destinos”. Del mismo modo, Pérez Alencart también se reconoce a sí mismo como mortal materia que ha de depositarse en la ladera encendida o en la oscura caverna.
Este reconocimiento, este saber entender las cuestiones relacionadas con la naturaleza humana y el aporte de su experiencia personal para que el entendimiento sea más convincente son una prueba fehaciente de su compromiso asumido con la causa del hombre.
Indudablemente, la firmeza y la coherencia marcan la personalidad del autor del poemario.
No entra en divagues, ni en vanidades.
Compagina inteligentemente la experiencia del amor con el raciocinio.