No hay vuelta atrás, amanecerán nuevos días, seguirán cantando los pajarillos y con suerte aprenderemos a manejar la memoria a nuestro antojo.
La afrenta entre un terrateniente y un jornalero deriva en una escalada de contratiempos que, en sintonía con una tormenta, propicia, avienta muertos y desgracias con naturalidad.
Lamentablemente, a pesar de las disquisiciones previas de un grupo de ancianos relevantes para el pueblo, la venganza se presenta tras el odio, en connivencia con la parca, que elige, terminante, a los muertos necesarios.