Hay personas que necesitan morir para poder empezar a vivir.
Fruto de un inconfesable trauma infantil, en la vida de Evaristo Fonseca nada es lo que parece. A sus cuarenta y tres años es un aparente triunfador en todas las facetas de la vida, codeándose con la alta sociedad del Madrid más exclusivo.
No obstante, aunque tenga todo a lo que supuestamente podría aspirar, nada de eso le permite mitigar un creciente e incurable hastío vital. Harto de interpretar un personaje al que ha llegado a aborrecer, la idea del suicidio lleva tiempo rondándole la cabeza. Sin embargo, Evaristo es consciente de que entonces saldría a la luz la enorme mentira que siempre ha vivido, lo cual, de algún modo, acabaría también matando a la única persona que ha querido: su madre, una viuda chapada a la antigua para quien la felicidad de su único hijo lo significa absolutamente todo.
Es entonces cuando, una noche y por casualidad, Evaristo es testigo de cómo un sicario asesina a un hombre a sangre fría. Una delirante idea brota al instante en su cabeza, viendo en esa persona una posible salida a su dilema. Así, le propone al sicario que lo mate a cambio de una enorme cantidad de dinero. Para ello, solo le impondrá tres condiciones: no sufrir lo más mínimo, que nunca nadie llegue a sospechar que su muerte es en realidad un suicidio encubierto y que el supuesto «accidente» tenga lugar antes de fin de año. Evaristo retoma entonces su vida con nuevas energías, sabedor de que su farsa tiene ya los días contados.
Poco después, y durante el transcurso de su «espera», Evaristo conoce a un niño especialmente simpático y espabilado que le hará sentirse como nunca antes. Por si fuera poco, aparece también en escena la madre del niño, Nadia, una bailarina rusa de fuerte carácter y enorme atractivo. Pese a su inminente final, o seguramente a causa del mismo, Evaristo cree estar enamorándose por primera vez, por lo queempiezan a entrarle dudas. No obstante, ya será tarde para echarse atrás, pues parte de la supuesta infalibilidad de su plan estaba basada precisamente en la imposibilidad de volver a contactar al sicario.