Ante el proceso de crisis de la Monarquía absoluta (1808) y la implantación de una Constitución libreral (1812), los altos cargos de la Administración, de las secretarías de Estado y de los Consejos, mostraron una notable capacidad de adaptación. A través de numerosas trayectorias individuales podemos aboservar los factores de continuidad que llevaron al alto personal del absolutismo a colaborar, con el Gobierno afrancesado de José Bonaparte o con el nuevo sistema de gobierno establecido por las Cortes de Cádiz. Los vaivenes políticos del reinado de Fernando VII (1814-1833) no excluyeron la permanencia de unas mismas personas en los diversos niveles de Ministerios y Consejos y el paso de una Administración absolutista a otra constitucional, de signo moderado a partir de 1834, facilitó la integración de los altos funcionarios.