Al adentrarnos en las páginas de esta hermosa antología, al recorrer el inquietante universo que nos devela su autor, nos encontramos frente a una especie de antibiografía, un ácido autorretrato escrito en verso que se desdobla en múltiples personalidades, en infinitas máscaras, donde una serie de elementos confluyen sobre una trama descarnada cuyos personajes se recrean en su propia decadencia. Su escritura se adentra no sólo en la tradición de la poesía italiana de la segunda mitad del siglo XX, sino que además rastrea otras coordenadas que amplifican su radio de acción. Es evidente que la labor de traducción ha resultado fructífera, que también el poeta ha sido influenciado por las diversas estéticas y voces con las cuales cohabita. La ironía, lo insólito, lo lúdico, lo social, lo episódico, son signos evidentes en este itinerario. Pero también la existencia del dogma, donde Dios se convierte en el paño de lágrimas de un piadoso ruego, de una urgente plegaria por aquellos marginados que el paso de los años ha dejado a la deriva. Una obra que ha ido mutando en un proceso de búsqueda permanente, donde el sentido del rigor y la actualización de ciertas claves, la convierten en un proyecto del mayor interés. A lo mejor, a la manera de Borges, podríamos decir que a ese otro, a Emilio, es a quien le ocurren estas cosas, yo camino por San Marcos y me demoro… No sé cuál de los dos escribe estos poemas.
Mario Meléndez