Un cardumen sin rumbo. Pececitos de colores girando en banda en el encierro de un acuario sin tiempo ni agua. La luz se enciende y se apaga, el plan de evacuación es impracticable, los peces se dan cabezazos contra el vidrio, moviéndose erráticamente, desesperados. Nicolás Poblete en ésta, su quinta novela, aparece como el director de este Cardumen y controla el movimiento de la historia con delicadeza y ferocidad. Las voces del relato surgen solitarias, con narraciones encriptadas que van entramando un rompecabezas armado con suspenso y maestría. Los hechos suceden a destiempo, por el costado, sin frontalidad, y los personajes se mueven a un ritmo colectivo, pero a la vez tristemente solitario, en el escenario de una ciudad que se intuye como un gran acuario donde el agua escasea. Porque de eso pareciera querer hablarnos el domador de este cardumen: de la soledad de vivir en manada, de la crudeza de ser uno mismo en medio del grupo, de la gran trampa en la que estamos encerrados, sin plan de evacuación posible. Pececitos guachos, perdidos en el rebaño. Pececitos rotos, machucados, cuerpecitos siniestrados, cicatrizando heridas propias y ajenas de un tiempo recortado para todos y para ninguno. NONA FERNÁNDEZ S.
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