¿Existe en esta sorprendente galería de retratos un hilo que ligue al aventurero Robinson y a la lunar Jane Austen, al insondable De Quincey, al infernal Vautrin y a l'enfant terrible Pinocho, al neurótico Manzoni y al melancólico Poe, los ojos de Emma Bovary y los caballos de Leskov, los nagatampos de Salgari y las niñas de Lewis Carroll?
Sí, existe. No estamos solamente frente a un género literario en su esplendor o ante un siglo de maravillosos y enloquecidos cambios: se trata de la clarividente y lúcida mirada de Pietro Citati. Su capacidad de "ver" sin los cristales deformadores de las ideologías, su pasión por los desafíos de la mente y los diferentes niveles de la existencia, su capacidad para dejarse habitar por la multitud de rostros y de voces que se hacinan en cada escritor y vibran en su obra, "reflejos de reflejos, ecos de ecos".
Y por debajo de Balzac, Poe, Dumas, Hawthorne, Dostoievski, Dickens, Stevenson o James, la imagen por la que todos se sintieron atraídos, la idea que subyace en todos sus escritos: la del mal absoluto. No el pequeño y tedioso mal de la realidad cotidiana, sino la fascinación que provocan las grandes alas negras, impregnadas todavía de luz, de Satanás y los ángeles caídos.