Históricamente, al menos en nuestro país se suele afirmar que el movimiento sindical tan solo ha sido el referente de un pequeño grupo de “privilegiados”, a los cuales solo les interesa defender mezquinos intereses de grupo. En la mayoría de las ocasiones, sus detractores, gratuitos o no, se refieren a él en términos peyorativos acusando a dirigentes y a los miembros de estas agrupaciones como enemigos de la paz, del desarrollo y de la democracia, propiciando que aquellos que ven a los sindicatos como una amenaza, utilicen métodos violentos de exterminio, además de alimentar conductas antisindicales que durante los últimos treinta años han tenido efectos devastadores en los derechos de organización y negociación colectiva, con graves repercusiones en el deber ser de un Estado Social de Derecho, tal como define a nuestro país el ordenamiento constitucional.