Morales Guerrero es intrépido en la facultad que tiene el escritor de crear espacios donde el espíritu y la materia alternan en la misma realidad. Su imaginación no tiene fronteras, pero además posee la esencia del paisaje que lo vio nacer, de ciénaga, río, valle, sabana, y de una pluma cuyo fértil movimiento cultiva iluminaciones como: “… y los higos, con sus largas cabelleras, semejaban ninfas seductoras”.