Los primeros escritos de Giner son una inmersión en el ambiente que condujo a la revolución de 1868, de las ideas nuevas que difundió junto a otros jóvenes de esa generación del 68. La proclamación de una política nueva, una afirmación radical de la libertad y superación de los viejos partidos y sus inspiradores filosóficos con Montesquieu y Rousseau a la cabeza. Junto a ello un ideal de justicia, de moral y tolerancia, que planteaba resolver los conflictos en torno a la religión en términos de armonía social. Bajo esas premisas vivió un momento clave, 1898, bajo la convicción de que en el camino de progreso de la civilización España necesitaba abrirse para salir de la caverna de semibarbarie en la que aún se encontraba la Humanidad, como trágicamente le tocó comprobar en 1914.