A pesar de lo importante y el difundido valor de las imágenes (dicen que una imagen vale más que mil palabras), la comunicación madre y aún vigente sigue siendo la palabra, oral y escrita. Pensamos en término de lenguaje y hablamos para entrar en contacto con los demás. Y escribimos. Y leemos. En sus comienzos el cine solo tenía imágenes, ya que técnicamente era una continuación de la fotografía. Con el tiempo se le sumó el sonido: la música, la palabra y los ruidos o efectos. Los actores tenían que hablar y para eso se necesitaban textos.
Este cambio tan importante, la suma del sonido a la imagen, trae otro inconveniente: es necesario escribir lo que los actores tienen que decir, repetir, comunicar. Se debe transmitir exactamente lo que se espera del relato a los equipos técnicos que planifican. Y nada mejor que unas instrucciones puestas como palabras en un papel para convertir las intenciones en imágenes concretas. El guión, por tanto, debe su aparición a la necesidad del registro sonoro.