En plena fiesta de su 25º cumpleaños Monty Brewster recibe la noticia de que su abuelo ha fallecido y le ha dejado un millón de dólares. Apenas se ha recuperado de la sorpresa cuando, poco después, muere un tío suyo del que apenas ha oído hablar y se entera de que en su testamento lo ha nombrado heredero de siete millones de dólares. Pero con una condición: en el plazo de un año, sin hacer donaciones benéficas, ni apuestas ni especulaciones, debe gastarse hasta el último centavo de la primera herencia recibida de su abuelo. Brewster tendrá, pues, que aprender a ser millonario tan rápido como a precipitarse en la ruina… pero descubre que, a veces, el dinero no es tan fácil de quemar.
George Barr McCutchen escribió Los millones de Brewster (1902) por una apuesta, y por supuesto la ganó. Llevada a Broadway y al cine (en nueve ocasiones, la última en 1997), esta brillante, accidentada e ingeniosa novela sigue siendo hoy de una comicidad vertiginosa.