«Nuestro más sincero agradecimiento al señor Kipling por estas horas de entretenimiento puro y sin adulterar que nos ha dado, a nosotros y a muchos otros lectores, con este libro inimitable.» Athenaeum, 16 de junio de 1894
Al hablar de El libro de la selva de Rudyard Kipling, todos pensamos inmediatamente en Mougli, el niño criado entre lobos que, bajo la tutela del oso Balú, la pantera Baguira y la pitón Ka, llega a ser «el amo» de la selva de Sioni, en la India. Olvidamos con frecuencia que El libro de la selva en realidad son dos: El libro de la selva (1894) y el Segundo libro de la selva (1895); y que no todas sus historias tienen como protagonista a Mougli, ni ocurren siquiera en la India: «La foca blanca» y «Quiquern» están ambientadas en el Ártico; y, en la India, aparte de a Mougli, tenemos a la astuta mangosta Riki-tiki-tavi, a Tuméi −el muchacho al que le es dado presenciar el legendario baile de los elefantes−, al santón Purun, al reportero que conoce la lengua de los animales y es testigo de una reveladora conversación entre las bestias de carga del Ejército de Su Majestad… Cierto es, por otro lado, que el sueño infantil de ser hermano de todos los animales y de verse libre de todas las restricciones humanas está presente en casi todos los cuentos con un poder cautivador. Mougli, con su repetida afirmación de «Soy un lobo», encarna precisamente ese sueño que los animales saben que, llegado cierto momento, será un conflicto: el niño no podrá pasar toda la vida creyendo que el dinero es «eso que pasa de mano en mano y siempre está frío», que una casa es «una trampa de barro» y una cama «una cosa de madera dura»… pues al final «el hombre vuelve al hombre».
Esta edición, en una nueva traducción de Catalina Martínez Muñoz, recupera el plan original de Kipling e incluye los dos Libros de la selva, además de «En el ruj» (1893), el cuento en que el personaje de Mougli apareció por primera vez.