"Nunca hay que enamorarse" era el lema de la enfermera Claire Turner. Había sido testigo de un crimen, y su única esperanza de que el asesino no la encontrara era renunciando al afecto y a las relaciones personales.
"Nunca hay que darse por vencido". La última voluntad de George Bellamy era reconciliarse con su hermano. Para ello decidió viajar junto a Claire al lago Willow, donde su vida había cambiado drásticamente cincuenta años atrás.
"Nunca hay que renunciar". Ross, el nieto de George, se guiaba por una devoción incondicional a su familia y por una profunda desconfianza hacia la misteriosa Claire.
Los dos se enfrentaban a la inminente muerte de George, pero la magia del lago Willow iba a hacer que ambos lo arriesgaran todo por explorar nuevas emociones.