"Por primera vez supe de los problemas de vecindad de la
minería con los negros de Ebanal, a raíz del conmovedor reclamo
promovido por Carrillo, un anciano terco, enfermo y
decrépito, que me contó que le había arrendado a la empresa
sus únicas cinco hectáreas que trenía, ubicadas donde funcionó
el primer campamento de la compañía norteamericana."