La utilización del pasado en la construcción de los discursos identitarios nacionales resulta un fenómeno omnipresente en la modernidad occidental. La formación de identidades colectivas y, en particular, aquellas que se conforman alrededor de la nación, han recurrido al pasado como uno de los resortes principales que permiten reconocerse como miembro de una comunidad dada. La apelación a una serie de episodios, personajes o momentos del pasado, que se articulan en una línea de continuidad con el presente, constituye una referencia política, cultural y sentimental para los miembros de la comunidad. Esas referencias se ordenan, codifican y difunden a través de diferentes mecanismos, desde el sistema educativo reglado hasta la propaganda política u otros mecanismos de transmisión cultural, como la pintura histórica o los monumentos conmemorativos. En el marco de unos procesos de construcción nacional particularmente historicistas la reivindicación del pasado se remite con mucha frecuencia en el caso europeo, y también en el americano, a la Antigüedad clásica en clave de ejemplaridad de distintos signos. Pues, si bien Marx había postulado en su obra "El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte" una nueva modernidad independiente del pasado, los procesos de construcción nacional modernos se remiten una y otra vez a un pasado ejemplar, en una operación intelectual que ya conocemos en la propia Roma antigua. La Antigüedad ofrece modelos de prestigio, a partir de los grandes ejemplos históricos de generales, conquistadores, y líderes políticos recogidos por la historiografía o la épica antiguas. Al mismo tiempo, se pueden reivindicar igualmente los pueblos autóctonos, como modelo de lucha por la libertad y la independencia, por su combatividad y heroísmo frente a los grandes pueblos conquistadores, particularmente Roma. La Antigüedad clásica se repite en muchos procesos nacionales como un componente fundamental, favorecida precisamente por constituir un pasado distante y favorecer así la sensación de continuidad y de antigüedad de la propia nación. En consecuencia, se puede afirmar que los tiempos antiguos son un buena cantera de esos 'dioses útiles' para la construcción del imaginario colectivo 'nacional' de los que habla José Álvarez Junco en un libro reciente. Este sería el marco conceptual general en el que integrar las distintas colaboraciones del volumen, que abordan diferentes estudios de caso en el Viejo y el Nuevo Mundo. El marco cronológico nos lleva desde finales del siglo XVIII hasta las primeras décadas del siglo XX, aunque es el 'largo' siglo XIX el escenario principal de los trabajos.