El epicentro narrativo de la historia constituye un monólogo obsesivo y circular en la voz de un anciano, aislado del mundo, empeñado en construirse una especie de última defensa contra quienes pretenden acabar con su vida, incluida la familia y amigos, en una imaginaria red de sospechas. Una vieja herida sentimental constituye la causa de una locura que, con el paso de los años, lo convertirá en una criatura odiosa y empecinada en defenderse del mundo a la vez que el narrador continúa esperando a la mujer de sus sueños. La doble apariencia de realidades esculpidas a través de la palabra que no deja de fluir en el monólogo, nos acerca a la