La gran sultana doña Catalina de Oviedo se presenta, desde el título, como un jeroglífico que el espectador ha de resolver. Frente a las normas impuestas por Lope y su comedia nueva, Cervantes llevó a cabo un hondo ejercicio de libertad creativa en esta comedia, donde ficción y realidad se cruzan para multiplicar los lazos de la literatura con la vida.