Uno de los puntos que más interesan en la actualidad, no solo a la España sino a la Europa entera, es el examinar a la luz de la razón los actos de gobierno ejercidos por Fernando VII en su borrascoso reinado, y darles su verdadero mérito y valor en justicia, porque este es el medio de apreciar el grado de confianza que puede inspirar para lo sucesivo. Libertado de las trabas que lo oprimían por la mano visible de la divina Providencia, que parece haber querido iluminar su espíritu y fortalecerlo con el temple de la adversidad, vuelve el deseado Fernando a empuñar las riendas del estado en circunstancias más difíciles y apuradas que nunca, si bien es cierto que puede contar con la cooperación de sus pueblos, y con el apoyo de los respetables monarcas europeos unidos para sostener los principios tutelares del orden social.
Por desgracia es tanto lo que dentro y fuera del reino se ha dicho y escrito ciegamente contra el gobierno del rey Fernando, y tan poco lo que se ha contestado, que ha llegado a extraviarse la opinión de un modo asombroso hasta en los mismos gabinetes, porque son muy escasos los que tienen criterio para oír con cautela y juzgar con imparcialidad, especialmente cuando escasean los datos para formar juicio acertado.
La facilidad con que la malicia recibe las especies denigrativas, y la prevención con que escucha las más justas defensas que atribuye ordinariamente a parcialidad y adulación, hacen muy desventajosa la posición del que se presenta en la arena y levanta su voz para hacer resonar el eco de la verdad y la justicia contra el torrente de las pasiones. No faltará por lo mismo quien me atribuya miras mezquinas y tortuosas al escribir este papel pero la rectitud de mis intenciones me tranquiliza, y confío en que la aprobación de los hombres juiciosos e ilustrados me indemnizará de los tiros de los díscolos e incorregibles. Después de haber tocado los perjuicios inmensos que ha ocasionado a la causa de la humanidad el prurito de las innovaciones intempestivas, y visto que la anarquía es el mayor de los males que pueden afligir a una nación, no queda más partido que cegar el abismo de las revoluciones, y buscar en nuestras antiguas instituciones monárquicas un abrigo, a cuya sombra bienhechora crezca y se consolide el bienestar y la libertad verdadera de los pueblos. La desecha borrasca que acabamos de correr debe hacernos cautos para lo venidero, y no hay Español que no esté interesado en dar consistencia a un orden de cosas, que le prometa paz, concordia y prosperidad. ¿Acaso está condenada la generación actual en el seno de la civilización y las luces, a no disfrutar un momento de sosiego, a no comer sino el pan de la amargura, a no gozar de los beneficios sociales?… Tales consideraciones me han movido a tomar la pluma; no me anima ninguna otra mira ni interés. No sé si acertaré a desempeñar el importantísimo objeto que me he propuesto en este ensayo; materia es digna de ser tratada por ingenios más claros, y con mayor detenimiento y abundancia de materiales; pero no por eso dejaré de dar el primer paso en una senda tan poco trillada, pues considero la ocasión actual como la más oportuna para producir algún efecto. Si el empeño es difícil y superior a mis fuerzas, su mucho interés e importancia me animan a emprenderlo, en la confianza de que hay obras, que es mérito solo el intentarlas. Si las observaciones que doy a luz contribuyen en alguna manera a fijar la opinión sobre la índole del gobierno español y a reunir en rededor del trono los esfuerzos de todos los hombres de bien, que olvidando partidos y resentimientos aspiran a la publica unión y felicidad, habré logrado el fin que me he propuesto: mi corto trabajo se verá superabundantemente recompensado.
- Créditos
- Introducción
- Primera época
- Segunda época
- Consideraciones históricas sobre la Monarquía española
- Del consejo de Castilla
- Del decreto de 4 de mayo de 1814
- De los ministros o secretarios del despacho
- Del carácter personal del rey
- De las ocurrencias que prepararon la revolución de 1820
- Tercera época
- Del día 7 de julio
- De la entrada de las tropas francesas en España
- Del gobierno monárquico tal como conviene a la España
- Conclusión
- Libros a la carta