El que redacta estas líneas opina que la mejor manera de ilustrar la cocina es con un ejemplo ejemplar como ocurre con el desayuno que se prepara Madrona Mistral de Pamies (esposa del Dr. Julio Matasanz) en la página 197 de Erec y Enide (2002) cuando nos cuenta: “Me levanto y voy a la cocina porque tengo hambre, hambre de huevos fritos con jamón, una extraña fijación que muy de tarde en tarde me asalta, heredada de mi padre al que le gustaba mucho desayunar de cuchillo y tenedor, como él llamaba a los desayunos deliciosamente plebeyos que iban más allá de la leche, las tostadas, la mermelada. Para mí es una fiesta recuperar la iniciativa en la cocina, pactar conmigo misma el placer de romper los huevos, cortar la justa loncha de la deshuesada paletilla de jamón serrano, ajustar el fuego y tras un breve pase del jamón por el aceite, dejar caer los huevos en la sartén para que se ricen y se conviertan en un encaje con cenit de oro. Comer unos huevos fritos es como experimentar un goce sensorial triple, de olor, sabor y el corte de las texturas blandas o tostadas con el cuchillo, el derrame de la miel amarilla y esencial, el plato convertido en una paleta, una propuesta de paleta”. Es de pensar que pocos escritores españoles y aún extranjeros puedan sacar más poesía y belleza de la trivial preparación de unos banales “Huevos fritos con jamón”, lo que es sintomático de este libro, así como de otros muchos de este escritor, que es la belleza de su prosa para expresar muy a menudo cosas triviales y terrenas. Gracias, Manolo.