La poesía de Francisco Ruiz Udiel está situada en un punto tenue, de difusos resplandores, entre el sueño y la vigilia. Es el momento en que la conciencia se prepara para el despertar, o bien regresa al sueño, y entonces las palabras adquieren esa sustancia que es a la vez moldeable, con la cera de las abejas doradas que zumban en el sueño mismo, y a la vez fugaz. Y es esta fugacidad su cualidad más permanente, las palabras que huyen y van dejando su rastro, y que el poeta busca apresar. Son las palabras que han hecho ese largo viaje desde las cavernas siempre misteriosas del cerebro dormido a la mano que despierta para atraparlas, o para atrapar las sombras que suelen vestir su bulto bello.”