Retazos, fragmentos, imágenes, instantáneas de la visión, del pensamiento, de la ensoñación, de lo evocado. Una mirada trashumante, el mundo advertido por la sensibilidad única de un poeta y cristalizado en poemas-joya a la vez simples y complejos o, dicho de otro modo, que Juan Ramón aplaudiría, con la complejidad mayúscula de lo simple. Abel Murcia “selecciona” sus motivos con la inteligencia sensitiva del haiku clásico, y los dibuja, en versos que resultan profundamente contemporáneos, con la elegancia de la mejor poesía popular hispánica tanto de raíz andaluza (cómo resuenan en este libro las soleares de un Machado o un Lorca, o el zéjel arábigo de la poesía anónima tradicional), como galaico-portuguesa: la variación, la repetición, y el “encadenamiento”; el ritmo que, como el latido de un corazón, sostiene este libro único y emocionante que se dirige, lector, a los órganos de percepción más genuinamente poéticos.