Las Rosas de la tarde se escribe en 1900, cuando su autor ocupaba un cargo diplomático como representante del gobierno del Ecuador en Italia. Es la segunda de una larga serie de narraciones eróticas que empieza con Ibis (Roma, 1900), Vargas Vila se hace eco de la estética decadentista que comparte y que también explora como estrategia de provocación, por cuanto el sexo y el erotismo despiertan la curiosidad del lector y le garantizan un éxito de ventas sin precedentes. Esta novela de corte d’annunziano nos instala en Roma a la hora crepuscular, ante la vista de la campiña brumosa donde se pierde la mirada del narrador: “las siete colinas desaparecían en la perspectiva, y el sol poniente hacía salir de la sombra, iluminándola, hiriéndola como un rayo, la cúpula de San Pedro”. La trama amorosa se desarrollada en un ambiente de idealidad y sensualismo que empieza con el paisaje, pasa por los jardines de los palacios y se introduce en el interior de los salones de atmósfera decadente. Hugo Vial, el protagonista, es diplomático de un país hispanoamericano, se siente atraído por la condesa Adaljisa de Larti, esta se debate entre el deseo que aflora en su corazón y el miedo al amor.
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- Prólogo de Consuelo Triviño Anzola
- Las rosas de la tarde