El derecho internacional está hoy en todas partes. Las guerras se libran en su nombre, pero también en su nombre se oponen a ellas los ciudadanos. Se lo invoca para reivindicar derechos, para enjuiciar a genocidas, para distribuir mejor la riqueza o para luchar contra la emergencia climática. Pero, al mismo tiempo, el derecho internacional es también un instrumento del que se valen los poderosos para imponer sus intereses en un mundo cada vez más desigual.