Desde la publicación de sus primeras obras, allá por los años sesenta, hasta la actualidad, la obra de Mario Vargas Llosa ha experimentado evidentes transformaciones que afectan sustancialmente a su concepción de la literatura y, en especial, de la novela. Si en sus obras más tempranas Vargas Llosa había demostrado una marcada inclinación hacia la experimentación formal, en los años setenta el humor se convierte en el eje que articula el discurso narrativo, a través de obras como Pantaleón y las visitadoras o La tía Julia y el escribidor. Al llegar la década de los ochenta, ambas tendencias son superadas por el afán de experimentación temática, que se manifiesta en una exploración de nuevos modelos: novela policiaca, ¿Quién mato a Palomino Molero?, novela política Historia de Mayta, novela erótica, Elogio de la madrastra y novela mítica, El hablador. Detrás de todas ellas, no obstante, los viejos demonios personales y literarios de Vargas Llosa siguen estando presentes, dando unidad a ese complejo periplo narrativo que abarca ya más de tres décadas.