Aventuras de una peseta recupera para el lector de nuestro país las crónicas que el genial escritor dedicó a Alemania, Gran Bretaña, Italia y Portugal. En ellas Camba se propone desmenuzar la realidad con precisión de cirujano, haciendo que las cosas, las gentes y los pueblos revelen su lado oculto y con frecuencia más absurdo. Lo mismo dedica su prosa a una salchicha que a la depreciación de la moneda, lo mismo a la flema inglesa que a la «superioridad dramática del té respecto al chocolate», lo mismo a la pintura renacentista que a la «filosofía napolitana del robo al turista» o a un curioso hipopótamo lisboeta. Si hay un rasgo que distingue a Camba del resto de escritores de su época es la extraña combinación de humanidad e inteligencia Es humano porque compadece a quien observa; es inteligente porque se sabe que en el otro se observa a sí mismo. Todas las páginas de este libro rezuman un humor y una lógica aplastantes, que sin duda llevarán a algunos lectores a esbozar una sonrisa y a otros —los más incautos— a desternillarse de la pura risa.
- Advertencia leal contra los libros de viajes
- De cómo la peseta se lanzó a viajar
- Primera parte
- La peseta en Teutonia
- I. El colosalismo
- II. Un caos metódico
- III. La moralidad de la brutalidad
- IV. Cocaína con salchichas
- V. La eterna Alemania
- VI. El «Cocottentum»
- VII. Cerebros-castaña y cerebros-huevo
- VIII. El negocio de hacerse robar en un país de moneda depreciada
- IX. La sangre y la bencina
- X. ¡Viva la desorganización!
- XI. Los marcos
- XII. Puig y Pagés, propietario de un volcán
- XIII. El dinero y los bistecs con patatas
- XIV. Los buenos patriotas obtienen siempre su recompensa
- XV. Herr Müller
- XVI. La locura de la perra chica
- XVII. La grasa alemana, producto del pensamiento alemán
- XVIII. Almas y cuerpos
- XIX. Romanticismo braquicefálico
- XX. Pacotilla imperialista
- Segunda parte
- La peseta en Britania
- I. En el umbral
- II. El alcohol moralmente considerado
- III. La eterna infancia
- IV. Bondad y aburrimiento
- V. La odiosa inteligencia
- VI. La tradición
- VII. Un poco de Mediterráneo
- VIII. Vida de barco
- IX. Del loro a la langosta
- X. Teoría de la conversación
- XI. La isla voluntaria
- XII. Superioridad dramática del té respecto al chocolate
- XIII. El rey de bastos y un rey constitucional
- Tercera parte
- La peseta en Italia
- I. «Internacional» y «Sole mio»
- II. Mi amigo el «Facchino»
- III. Coleccionando países
- IV. La democracia milanesa
- V. Teatralismo
- VI. El rugido del león en la plaza de Santa Ana
- VII. Grandilocuencia
- VIII. «Lingua italiana»
- IX. El Coliseo y el Hippodrome
- X. Roma y Berlín
- XI. Nuestra antigua metrópoli
- XII. Museos
- XIII. Fe y turismo
- XIV. Espectros de gabardina
- XV. Pintura
- XVI. Paisaje a la napolitana
- XVII. La levadura de Nápoles
- XVIII. Filosofía napolitana del robo al turista
- XIX. Nápoles y Pompeya
- XX. Funiculí… Funiculá…
- XXI. El mundo moderno
- XXII. Florencia y los florentinos
- XXIII. Un hombre de dos idiomas
- XXIV. «Honorificencias»
- XXV. La Banca Garibaldi
- Cuarta parte
- La peseta en Lusitania
- I. El tren internacional
- II. Las filosofías del Tajo
- III. Dilatación de categorías
- IV. «Abre a boquinha»
- V. La lucha de la peseta con el escudo
- VI. Un grande hombre
- VII. Cintra
- VIII. Una botellita de Océano Atlántico
- IX. Coimbra
- X. La lírica Portuguesa
- XI. Una «tourada» en Figueira
- XII. Termina la «Tourada»
- XIII. Buarcos
- XIV. La «Varina»
- XV. Bussaco
- XVI. Nuestro Portuguesismo