El pueblo, la mula, la era y yo

Nos encontramos ante una novela extraña. Podríamos decir que posee cuatro partes suficientemente diferenciadas y dos apéndices.La primera parte – el pueblo – recoge un montón de recuerdos de infancia de un supuesto pueblo manchego, un pueblo que posee personajes muy peculiares y un enfoque de la vida un tanto especial. Abundan los refranes y anécdotas que se entrelazan unas con otras para, de modo casi insensible, proporcionando una sonrisa continuada en el lector, al cual le llevan a una época pasada en la que ni todo era malo ni mucho menos bueno. Digamos que se trata de un pequeño fundamento histórico que justifica lo que viene después.La mula es la segunda parte, una parte en que nos sorprende la comunicación verbal con diversos animales y los sentimientos propios y ajenos suscitados por ello. Esta vez la situación va variando de la enfermedad a la salud, con toda suerte de reflexiones acerca de la vida, las cuales son fundamentales para la tercera parte.Esta tercera parte, llamada la era, recoge varias conjeturas acerca del más allá y, sobre todo, cuida especialmente la búsqueda de sentido de las cosas. El estilo es tal vez una mezcla de los dos capítulos anteriores, pero sin duda es ameno y crea cierto nivel de intriga al final.Hemos llamado “Yo” a esta cuarta parte, donde se produce una transformación importante en la vida del protagonista y, de paso, en la de sus familiares y amigos. Todo concluye en un tema científico y su desarrollo. Finalmente, los apéndices del sol y la luna refieren el momento presente del protagonista, lleno de dudas y ante un final que siempre se presenta.Este libro es, cuando menos, muy original. Examina al ser humano desde muchas perspectivas, a través del protagonista, su entorno y sus recuerdos. Es sin duda un libro que merece la pena leerse.