Cuando Mark conoció a Emily Todd, se quedó prendado de ella. Lo mismo le ocurrió a Seth, su hijo de cuatro años, y por eso Mark tuvo que cortar de raíz aquel sentimiento. Emily había sido sincera sobre su diagnóstico y Mark no podía hacer pasar a su hijo por el sufrimiento de otra enfermedad.
Mark era el príncipe azul con el que Emily soñaba cuando era niña, pero nunca se había imaginado a sí misma padeciendo una esclerosis múltiple. No quería convertirse en una carga para nadie ni hacer daño al vulnerable hijo de Mark, así que estaba decidida a olvidarse de ellos.
¿Podrían dos adultos aprender una lección de amor de un niño de cuatro años?