Nadie podrá saber jamás lo que es languidecer en una grandiosa mansión de Long Island, rodeada de objetos caros y hermosos y todo el desenfreno de la bella juventud que acude a sus fiestas, y, al mismo tiempo, sentir el infinito vacío de no haber sido amada. Verity ya ha cumplido los treinta y tres años y sufre, una tras otra, las humillaciones de su marido, que se pasea del brazo de su amante como si nada le importara. Su mejor amiga, la aguerrida y fría Phyllis, la convence de que una mujer bella y poderosa como ella no tiene por qué seguir soportando los insultos de quien se aprovecha de su dinero. Pero no le bastará con el divorcio, no: quiere pagarle con la misma moneda. ¿Por qué no conseguirse un amante? Uno que la saque de su letargo, alguien con quien divertirse.
Nada podrá preparar a Verity para el verdadero descubrimiento. En su fiesta de final del verano, Delmer aparecerá como un bálsamo, un trago de agua fresca en medio de la sequía de su existencia frustrada. Lo que comienza como un juego se transformará en algo que cambiará para siempre la vida… de los tres.