Aquella era una mansión propia de una película de miedo.
Aquel brusco desconocido que le dijo a Abby Melrose que se fuera a casa parecía sacado de una película. Pero ella había acudido al doctor Jeremy Waters en busca de ayuda para su excepcional hijo y no se iba a dar por vencida tan fácilmente. Quizá aquel tipo fuera un auténtico genio, pero algo le decía a Abby que la necesitaba tanto como ella a él.
Jeremy era un genio, pero también era un hombre de carne y hueso, y los argumentos de aquella impetuosa madre soltera... por no mencionar su belleza, estaban resquebrajando los muros con los que protegía su corazón. Pronto se dio cuenta de que hasta a él le quedaban cosas por aprender... especialmente si estaban relacionadas con el verdadero amor...