Un poemario que surge desde el verbo que se hace en silencio, en íntima comunión con su cuerpo y la naturaleza.
Desde hace más de veinte años y hasta el día de hoy -cuando al parecer ha fijado ya su residencia definitiva en la tierra- Janeth Toledo ha vivido en distintos parajes del Valle de los Chillos en los cuales ha afinado su percepción y comprensión de la naturaleza. En ese diálogo con el paisaje -entendido como espacio de meditación y reflexión- Janeth encuentra buena parte de los elementos con los que construye sus poemas: sutiles visiones del entorno en las que proyecta sus emociones y su memoria, o al revés: el caudal de su experiencia afectiva transformando y resignificando el paisaje que habita.
«Después de la llovizna
todo campo es más verde
brilla la hoja
y en su nervadura late febril
el pulso de la vida.»
En el filón creativo de los poetas románticos, la autora interioriza la naturaleza, la hace pasar por su cuerpo y sus afectos para devolverla al lector trastocada, en forma de imágenes reveladoras, elocuentes en su laconismo y en su sigilo. Si sus palabras «nacen en la opacidad», su voz ruge «en el primer aliento / de las valvas».
Esta hermosa imagen inaugural acaso resuma su dicción y su verdad: traducir el grito del cuerpo a una lengua de secretos y murmullos, decir la vida a través de las pequeñas hendiduras del cuerpo, aquellas que abren el sexo y los sentidos, nuestros más precisos instrumentos de conocimiento y de comunicación.
Con este pequeño, íntimo, entrañable poemario, Janeth Toledo debuta en la poesía para cantar en voz baja y eficaz las profundas certezas e incertidumbres que no invaden ahora mismo. Hay que apegarla oreja para escuchar su rugido.
Cristóbal Zapata