Algo insospechado.
Magdalena Contreras últimamente se vio obligada por diversas circunstancias a cambiar su nombre original, este era ya el tercero. El anterior a este era Sor María Inmaculada, aun en vigor, pero en este lugar sonaba mejor Katia. Rubia y ojos celestes, con aire de extranjera, transmitía esa imagen un tanto exótica. Ella a veces de tanto preguntársele por su origen, supuestamente de algún país allende los Pirineos, donde las chicas eran abiertas y descocadas, se comportaba como tal, y hasta se permitía expresarse con un acento de chica francesa imitando a Marlene, aquella parisina que apareció por el barrio, y que tanto admiraba por su forma tan divertida de comportarse. Ambas tendrían entonces unos quince años.