«Cuántos temblores, frenesí y amores pensando convencidos que a alguien le importaban».
A veces, es la vida misma quien compone versos para nosotros. Es la vida la que, en ocasiones, entre sus páginas negras escritas con la punta de un cuchillo, susurra poemas y nos deleita con los cabellos al viento, los labios escarchados por el deseo, los secretos de unos ojos que nos miran o los perfumes de otros poemas.
De saber mirar y saber contar lo que se mira, de estar abierto al mundo, de ser tierra que extiende los brazos ante nuevos abonos... De las miserias y las bellezas, de las bofetadas y de los besos de los días. De la vida. De todo esto da cuenta Federico en su segundo poemario y nos recuerda que la poesía no solo se encuentra en las páginas de un libro.