El deber del soldado y las nuevas dictaduras.
La venezolana Lastenia Contreras logra que su hijo, Horacio, sea soldado, como el padre -el general Eleazar López-, quien niega su paternidad. Lo induce a exigir la observancia de la Constitución, lo cual no es golpe de Estado si el régimen es antidemocrático. Tirso Martínez, compañero de armas, sostiene que en los países inestables la exigencia conduce a perder la carrera. Lastenia se apoya en la experiencia de Julio Trejo -coronel alzado en armas contra la dictadura de los 50-, Cristóbal Gómez -el Sabio-, Nicolás Matos -asambleísta en la Constituyente de 1947, con la que se inicia una revolución democrática-, y Leticia Harentz Pérez -politóloga destacada-. Matos, frustrado, pues militares sediciosos depusieron al régimen de libertades, gritaba: «¡Viva la Revolución de Octubre!», al beber aguardiente los mediodías. En la pensión La tertulia de Lastenia se adelantan conversaciones dirigidas a deponer al Gobierno, el cual apresa a Horacio, quien muere en Pampatar, frente a cuyo mar descubre su alma de poeta. Nicolás organiza el entierro:el ataúd cubierto con el pabellón nacional. Los gritos son: «¡Viva la Revolución de Octubre!». Doce cañonazos suenan desde el castillo San Carlos Borromeo, construido por los españoles. Lastenia se lamenta: «¿Murió llevándose su ilusión?».