Nacida como la encendida reacción de ciertos sectores de la crítica y la intelectualidad parisinas ante el adocenamiento del cine francés de los primeros años 50, anclado aún en la estética del realismo poético anterior a la guerra cuando ésta ya había caducado, la Nouvelle Vague, más allá de las fronteras, provocó en todo el cine una catarsis tan grande como la puesta en marcha por el psicoanálisis en la novela. No es en modo alguno exagerado afirmar que aquel grupo de cineastas galos divide en antes y después de ellos la historia de esta manifestación cultural.
La modernidad cinematográfica llega con ellos; el cine de autor y la cinefilia, tal y como hoy la entendemos, nacen con la Nouvelle Vague; las propuestas más sugerentes de las pantallas de nuestros días también tienen su origen en ella. Las rupturas de Godard, el más representativo de todos aquellos cineastas, fueron a la narración fílmica lo que las de James Joyce a la novelística. Estas páginas, nacidas de una exaltada admiración, quieren ser una introducción, a la vez que un tributo, a los cineastas más singulares y apasionados de todos los tiempos.