Unas manos pueden acariciar, pueden aplaudir, unas manos pueden abrazar, trabajar, partir el pan. Unas manos pueden también pegar, arañar, estrangular, apuñalar, despellejar. Unas manos pueden dar y pueden quitar, unas manos se pueden equivocar, quitarte lo que te dieron, incluso, lo que nunca fue suyo y, algunas veces (pocas) devolverte lo quitado.
También pueden escribir. Y escribir algo tan terrible y bello como Las Manos de Sara Olivas. Una poeta que recoge el testigo de la mejor poesía confesional y la lleva hacia el común con la frialdad de un bisturí, la ligereza de una pluma y la gravedad de una lágrima. Una poeta que con su primer libro hace todo un ejercicio de exordio, de limpia familiar, que denuncia el maltrato heteropatriarcal desde la afectación y pone en cada verso el cuerpo, la carne, sus manos, estas manos que, como tú ahora, son capaces de sostener uno de los mejores libros que leerás en este año.
David Trashumante
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- Índice
- Introducción
- Arañas
- Casa de Abuela
- Formas de pelar la fruta
- El canto de las espigas
- Pasatiempo favorito
- El pañuelo
- La puerta
- Sus ojos
- La siesta
- La claraboya
- La prohibición a Hermes
- Las últimas palabras
- El aviso
- La llamada
- Llorar en invierno
- Cuidado
- La silla
- Muchacha en la ventana
- Madre
- La herencia en las manos
- El vestido de novia
- El telar
- Otras formas de decirlo
- El sueño
- Mamá
- El nombre de las cosas
- A un ser primitivo
- La hora de la cena
- El espejo no miente
- La vida es un carnaval
- El regalo de Reyes
- Manías
- Tercera persona del singular
- Jóvenes que todo lo tenemos
- Lo que no veo
- Dibujos
- Luto
- Pelar patatas
- La marca
- El metro
- Las niñas como yo
- Mi talón de Aquiles
- Los perros no existen
- El corazón en las manos
- Las líneas de mi mano