En la personalísima obra de Juan Mihovilovich, regida siempre por sus motivos dominantes, las atmósferas tanto de sus novelas como de sus cuentos remiten, invariablemente, a paisajes sombríos o a prisiones ficticias o reales donde, sin embargo, es posible atisbar la luz a través de pequeños resquicios, una ventana o una reja donde se posa un insecto o un pájaro y yace una hoja que el viento mueve como señal de vida y esperanza. Las pesadillas y sueños, en estos relatos, se confunden con el mundo aparente y cotidiano, adquiriendo una inquietante y perturbadora dimensión metafísica que nos enfrenta con las situaciones límites de la existencia humana.