La creación siempre implica un grado de destrucción y es aquí donde, particularmente al poeta, creador por excelencia, solo le queda una cosa por hacer o, más bien, una persona a quien encomendarse para salir airoso de su labor (que las más de las veces le es inevitable): Hécate. Estamos ante una poesía que intenta conjurar, aunque sea por una instantánea de tiempo, cual fotografía, a aquellos opuestos en torno a los cuales funciona el mundo: vida y muerte, creación y destrucción, y es que de dichos opuestos surge todo. Hécate es un intento de hacer poesía de verdad, de arrojarse al abismo con la posibilidad de caer por ambos lados de la moneda, uno u otro o simultáneamente, experiencia que, por lo demás, se transmite inevitablemente al lector. Poesía pura.