De acuerdo con un método hermenéutico y con criterios antropológicos, la autora, desde los presupuestos del lenguaje plástico, analiza los temas esenciales de lo universal y lo particular, es decir, los rasgos diferenciales de las obras artísticas españolas consideradas más emblemáticas. A la vez estudia las tensiones existentes entre la tradición estilística y la modernidad, enfrentadas. En su ensayo trata la imagen de España, tal como ha sido estimada y valorada por los exégetas del arte español, tanto nacionales como extranjeros. El retrato atemporal de un país retrasado y eminentemente agrícola generó una iconografía de paisajes desolados, arquetipos de personajes raciales, épicos y legendarios, o de una humanidad perteneciente a un submundo marginal y excrementicio. La España negra y la España “en negro” de los pintores que van desde Goya hasta los informalistas de los años 50 del siglo xx, pasando por la Generación del 98 y las vanguardias históricas anteriores a la Guerra Civil, constituyen la materia nuclear de este excelente texto crítico en el cual se reflexiona profundamente sobre las ideas de aquellos que creen que el arte español pertenece a un país diferente de los europeos. La utilización con fines simbólicos de las obras de arte forma parte de esta lúcida disertación, en la cual el casticismo hispano y ultranacionalista es examinado a la luz de la sociología artística de la posmodernidad y la última cultura visual.