Alicia (A.) imagina a los soldados irrumpiendo en su casa, llevándose a su padre y sembrando un revólver, semilla que en su mente se vuelve un árbol de armas. Ortiz crece en Puerto Lejísimos y se convierte en soldado; su lanza lo guía en la guerra. A. se hace antropóloga. En sus charlas, ambos enfrentan la violencia, la memoria y la ausencia. Aries, nostálgicos y tercos, cada uno hila su fábula: con cartas, velas, cánticos y bailes conjuran la muerte, exorcizan fantasmas y buscan sentido en el sinsentido de la guerra, la selva y sus propias historias.