Caleu. Y ciertas flores rojas de montaña, muy frágiles, que duran poco, una especie de añañucas. Surgen de repente: nadie las ha llamado e ignoran que mañana «serán hiel», como exclama Góngora. Creo que apenas viven seis o siete crepúsculos. En un fin de semana las veo nacer, como danzarinas; en la semana siguiente, han desaparecido.